El Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya presentó, el pasado mes de septiembre, el nuevo Plan de fortalecimiento y transformación de la atención primaria con el principal objetivo de dar respuesta a una reivindicación histórica de falta de profesionales, recursos tecnológicos y otras necesidades urgentes para atender a una población cada vez más envejecida y, por lo tanto, sanitariamente compleja.
Los principales objetivos del plan son la mejora de la accesibilidad, la desburocratización y resolución más eficiente de los procesos, una adecuada atención de la cronicidad, una reorganización de funciones y la incorporación de nuevos perfiles profesionales; en definitiva, la implementación de un nuevo modelo asistencial. Nada nuevo para la atención primaria –de hecho, el plan surge de las demandas del territorio–, que desde hace años le da vueltas a diferentes soluciones y planes de acción que, por distintos motivos que ahora no es necesario analizar, no han tenido el éxito de implementación esperado.
La intención del plan es posicionar la atención primaria como referente y pieza clave de nuestro sistema de salud, pero tendremos que estar atentos al curso de una operativa nada fácil que no solo supone una importante inyección de recursos (sean o no suficientes), sino sobre todo un cambio cultural urgente. Además, esta transformación ‒no nos engañemos‒, la tendremos que desarrollar con unos equipos agotados, “quemados” y psicológicamente debilitados por los efectos de la pandemia y de la gestión de la misma, que en muchas ocasiones ha mostrado aspectos claramente mejorables.
Los nuevos perfiles profesionales en la atención primaria
Además de los nuevos perfiles COVID (gestores COVID, referentes escolares COVID, equipos de cribado) y la incorporación de nuevos trabajadores sociales, nutricionistas, especialistas en salud mental y otros, el plan se centra en la incorporación de tres perfiles clave: los administrativos asistenciales, que han de apoyar al usuario centrándose en una gestión eficiente de la demanda a través de la programación por motivos; los técnicos en cuidados auxiliares de enfermería (TCAE), cuya principal función es el seguimiento de pacientes en la promoción de la salud, y los denominados asistentes clínicos o asistentes de equipo, que se erigen como apoyo de los médicos y de las enfermeras para descargarlos de trabajos administrativos de modo que estos profesionales puedan centrarse en las funciones para las que se han preparado: la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades.
El objetivo final de las nuevas incorporaciones es alcanzar una combinación adecuada de trabajadores sanitarios con habilidades adecuadas para responder a las necesidades cada vez más cambiantes de los pacientes. En definitiva, que cada profesional pueda dedicarse a maximizar su valor añadido (top-of-license practice).
A medida que reviso literatura sobre el nuevo perfil de asistente clínico, no dejo de pensar que estamos perdiendo una oportunidad de oro al enfocar este perfil como “asistente de los clínicos” y no como “asistente del paciente”. Parece mentira, pero aunque se trate de una cuestión de terminología, es importante que, si realmente queremos fijar las bases para una asistencia centrada en el paciente, empecemos a cambiar un poco el concepto.
Actualmente, el asistente clínico ya se ha implementado en algunos centros. Concretamente, el Hospital Sant Joan de Déu ha puesto en marcha una prueba piloto en las áreas de oncología, cirugía general, cirugía ortopédica y traumatología que ha dado resultados muy positivos de satisfacción tanto de los profesionales como de los pacientes. El asistente clínico que, como figura de apoyo a médicos y enfermeras, después de la visita se dedica a la gestión administrativa para programar visitas, analíticas y otras gestiones bajo protocolo clínico, resuelve dudas del paciente y se convierte en su referente durante todo el proceso asistencial.
Es evidente que este perfil descarga a médicos y enfermeras de todas las tareas administrativas asociadas a la gestión y cuidado del paciente, pero creo que sería conveniente plantear esta figura desde una perspectiva de apoyo al paciente. La de aquel profesional que se asegura de que el paciente tiene todo lo que necesita en términos de trámites relacionados con el proceso asistencial, pero también que entiende bien lo que le han explicado los médicos y las enfermeras y, sobre todo, tiene claros los objetivos terapéuticos de su tratamiento ‒parece mentira, pero mucho más a menudo de lo que pensamos, el paciente no sabe exactamente qué es lo que estamos intentando conseguir con las instrucciones que le damos.
Ahora es un buen momento para reflexionar activamente sobre una figura que no es nueva, que existe desde hace años en otros países y que, pese a no estar del todo estandarizada en Europa, puesto que hay muchas diferencias en cuanto a reembolso (cómo se reembolsan las visitas, si asociadas a la visita del médico o como otro acto assistencial), formación, nivel salarial, labores que desarrolla, etc., de acuerdo con la legislación de cada país, ha ido cogiendo fuerza en los últimos años.
Hace dos años y medio incluí en un artículo de este blog, ¿Más tiempo para generar conversaciones de calidad con los pacientes?, la descripción de la figura del medical assistant de Estados Unidos, país que por cierto realizó una proyección del crecimiento de estos profesionales en el periodo 2019-29 del 19%, cifra superior al crecimiento previsto para los otros perfiles sanitarios según el U.S Bureau of Labor Statistics.
El medical assistant, según la American Medical Association, ve al paciente:
- Antes de la consulta con el médico para definir el motivo de la visita y establecer prioridades, preparar las posibles dudas que puedan surgir, conciliar la medicación, revisar alergias, actualizar screenings, realizar seguimiento de los síntomas de cronicidad, dar pautas de autocuidado y prevención…
- Después de la visita con el médico para programar y gestionar todos los trámites administrativos que se deriven de la visita como, por ejemplo, la actualización del plan de medicación y la programación de nuevas visitas y analíticas, fomentar el conocimiento de las nuevas herramientas no presenciales por parte del paciente, entregarle materiales de apoyo, explicitarle datos de contacto por si le surge alguna duda, así como resolver todo lo que el paciente no ha entendido en la consulta con el profesional.
Esta sería claramente una figura de «preparador sanitario«, término ya utilizado en algunos países y que me gusta especialmente.
Es cierto que este planteamiento supone una reorganización de procesos y que todavía existe mucha reticencia en cuanto a que el asistente clínico complemente con más trabajo la asistencia en lugar de asumir el trabajo administrativo de médicos y enfermeras. Pero, ¿se imaginan a un profesional que le diga al paciente que tiene como función ayudarlo a detectar sus prioridades de salud, asegurarse de que está entendiendo todo lo que los diferentes profesionales de la atención primaria le están explicando y ayudarle en todos los trámites que pueda necesitar?Quizás es demasiado pedir, pero si cambiamos el concepto de “asistente clínico” por el de “asistente del paciente” quizá podremos empezar a enfocarnos hacia aquí.
Post publicado en el blog ‘Avances en Gestión Clínica’